Injusticia social, supervivencia, sangre y personajes desesperados parece ser una buena forma de resumir Squid Game, la nueva serie de Netflix que está revolucionando el mundo. Estrenada el 17 de septiembre y con una primera temporada de 9 episodios de menos de una hora cada uno, la producción de Corea del Sur está por convertirse en una de las series más vistas de la historia de Netflix y con justa razón.
A mitad de camino entre The Hunger Games y Saw, Squid Game nos presenta a un grupo de personas con muchísimas deudas financieras que deciden entrar en una competencia para ganar un pozo millonario. ¿El problema? Perder a alguno de los juegos propuestos por la competencia significa la muerte.

Seong Gi-hun está en problemas: no tiene trabajo, es adicto a las apuestas en las carreras de caballos, debe dinero a gente muy peligrosa y está a punto de perder a su hija de diez años cuando su madre se la lleve a Estados Unidos para vivir una vida mejor. No parece haber salida para él. Sin embargo, un día, conoce a un hombre muy bien vestido en el metro que le propone un juego muy simple que solían jugar en la infancia: cada uno tiene un rectángulo de cartón (uno rojo y otro azul) y deben arrojarlos al piso, intentando voltear el de su contrincante. Si Seong Gi-hun lo logra, recibirá 10000 wones. Si quien consigue el éxito es su contrincante, ese misterioso hombre trajeado, se lo cobrará en bofetadas.
Luego de este encuentro, Seong Gi-hun es invitado a una competencia despiadada: 456 personas se enfrentarán en juegos infantiles que van desde el “luz roja, luz verde” (el famoso juego infantil en el que alguien de espaldas al resto menciona esa frase mientras los demás corren para alcanzarlo y luego se voltea, obligando a todos a quedarse congelados o a perder el juego si siguen en movimiento) hasta las canicas y más por un monto exuberante de dinero. ¿El único problema? Quien pierde muere, aunque también se suma más dinero al pozo millonario para los sobrevivientes.
No hace falta mucho más que eso para que la competencia se vuelva salvaje. 456 jugadores, tan desesperados de dinero como Seong Gi-hun, harán hasta lo imposible por sobrevivir y llevarse la fortuna en juego.

Squid Game es perturbadora: combina los tiernos juegos de la infancia con la brutalidad de los organizadores de la competencia, figuras enmascaradas a las que no les tiembla el pulso a la hora de eliminar participantes.
Además, nos muestra lo peor de la sociedad: no solo la disparidad económica que lleva a tantas personas a vivir en los márgenes, sino también la competencia salvaje que se da en el mundo para poder sobrevivir.
Como si algo le faltara a Squid Game para terminar de ser una producción maravillosa, su trama también incluye una arista policial de la mano de Jun-ho, un joven oficial que buscando a su hermano se topa con la organización del juego y lo arriesga todo para descubrir a la mente siniestra detrás de todo.

La estética de Squid Game no es algo para dejar pasar tampoco. La serie apela a decorados coloridos y llenos de simbología, acompañados por una música plagada de canciones infantiles que apelan a la nostalgia y, gracias al contexto de la serie, se vuelven aterradoras.
La mente detrás de Squid Game es Hwang Dong-hyuk y lleva trabajando en el guión mucho tiempo. Según él mismo, empezó con la escritura en el 2008, pero como todavía no era un director famoso le costó conseguir que alguien se interesara en el proyecto. Tuvieron que pasar casi 10 años para que, de la mano de Netflix, pudiera dar rienda suelta a su creación que, según también cuenta, no solo se inspira en los juegos de su infancia sino también en los cómics y en los videojuegos que jugaba por allá por el 2008.

Squid Game es un éxito y no sorprende que así lo sea. En sus 9 episodios logra ponernos en la piel de esos personajes tan desesperados como entrañables. La producción es excelente y, además, deja una pequeña puerta abierta para una posible segunda temporada. Sin dudas, se la merece.
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